Saturday 5 November 2011

PAY ATTENTION

PAY ATTENTION

Jason provenía de una buena familia con dos padres amorosos, dos hermanos y una hermana. Todos gozaban de éxito, tanto académico como social. Vivian en un vecindario elegante. Jason tenía todo lo que un niño podría desear. Pero siempre estaba metido en alguna travesura. No era un niño malo que ocasionara problemas, pero siempre terminaba metido en ellos.

En su primer año se sugirió que Jason requería de educación especial. Intentaron sacarlo de las clases regulares. En secundaria era “el inadaptado que ocasionaba problemas”. En preparatoria, aunque nunca le hicieron un examen con validez oficial, se le catalogó como un estudiante que sufría de desorden de déficit de atención. Con mucha frecuencia sus maestros lo sacaban de clase. Sus mejores calificaciones eran de diez y todas las demás eran cincos.

Un domingo, la familia disfrutaba del almuerzo en el club campestre cuando un maestro se detuvo al pasar junto a ellos y dijo:

- Jason se está comportando muy bien estos últimos días. Nos da gusto y estamos muy complacidos.

- Temo que debe de estarnos confundiendo con otra familia. – dijo el padre -. Nuestro Jason es caso perdido. Siempre se mete en problemas. Nos sentimos avergonzados y no entendemos la causa.

Cuando el maestro se alejó, la madre hizo el siguiente comentario:

- ¿Sabes?, cariño, ahora que lo pienso, Jason no se ha metido en problemas en todo el mes. Hasta está yéndose más temprano a la escuela y se queda más tarde. ¿Me pregunto por qué será?

El segundo periodo o lapso terminó. Como era usual, los padres de Jason esperaban calificaciones bajas y comentarios sobre su mal comportamiento. En lugar de eso, Jason obtuvo cuatro veintes y tres diecinueves, así como mención honorifica de civismo. Sus padres estaban desconcertados.

- ¿Junto a quien te sentaste para sacar esas calificaciones? – preguntó sarcástico su padre.

- Junto a nadie, lo hice solo – respondió Jason con humildad.

Perplejos e intrigados, sus padres lo llevaron a la escuela para entrevistarse con el director. Él les aseguró que Jason estaba haciendo un gran esfuerzo.

- Tenemos una nueva consejera estudiantil y parece que ella ha logrado establecer una comunicación especial con su hijo – dijo él -. Su autoestima ha aumentado y está obteniendo logros este periodo. Creo que deberían pasar a conocerla.

La mujer miraba hacia abajo cuando los tres se le acercaron. Pasaron unos instantes antes de que ella se diera cuenta de que tenia visitas. Cuando se dio cuenta, ella saltó para levantarse y empezó a hacer señas con las manos.

- ¿Qué es esto? – pregunto indignado el padre de Jason -, ¿Lenguaje de señas? ¿Por qué?, ni siquiera puede oír.

- Por eso es tan buena, papá – dijo Jason parándose en medio de ellos - Ella hace mucho más que sólo oír, papá. ¡Ella escucha! (She pays attention)

Dan Clark.


Saturday 29 October 2011

El Zar y el halcón

El Zar y el halcón

Un día el Zar de Rusia se fue de cacería con un halcón. Después de haber caminado mucho le entró sed, y llevando sobre un brazo su halcón predilecto, se alejó a caballo, en busca de una fuente. Buscó mucho, y finalmente, encontró una vena de agua que goteaba lenta, lenta, de una roca. Puso una copa bajo aquel diminuto manantial y esperó con paciencia que se llenara.

Después trató de beber el agua recogida, pero el halcón se agitó y, con un golpe de ala, derramó la copa. De nuevo, el Zar llenó el recipiente y como lo vio lleno de agua fresca, trató de llevarlo a la boca. Pero también esta vez el halcón, revoloteando alrededor, derramó la copa.

Bastante contrariado, el Zar la llenó por tercera vez e hizo por beber. Pero el halcón se lanzó encima, esparciendo toda el agua alrededor.

Entonces el Zar, montado en cólera, tomó al halcón por el cuello y lo mató. Estaba para llenar otra vez la copa, cuando uno de sus siervos llegó al galope.

— ¡Majestad, no! –le gritó. ¡No beba esa agua! ¡Es una fuente envenenada!

El Zar arrojó lejos la copa y un velo de lágrimas cubrió su mirada.

¡Cuántos errores cometemos a causa de la precipitación y de la falta de reflexión!, dijo con amargura, recogiendo del suelo a su amigo muerto. ¡Guiado por su instinto, mi halcón, me ha salvado la vida por lo menos tres veces. Y he ahí cómo yo lo he recompensado.

Leon Tolstoi (Narraciones)